Por Catalino Pérez 

Vivimos en una sociedad sin horizonte. Suplantada por la transculturación, sin identidad, ni respeto de su esencia como ser social.


Todas las normas de convivencia son vistas por los padres contemporáneo en su mayoría como mecanismo de adoctrinamiento y maltrato hacia los hijos/as.


Sin embargo, las normas de convivencia social actual no son más que meras filosofías infundadas por muchos sociólogos, Psicólogos/as y formadores que solo han servido para instruir seres humanos irrespetuosos y pusilánime que no entienden el valor del respeto.


Si bien es cierto que ante un mundo globalizado es necesario transformar el modo de convivir, es tan bien cierto que esa convivencia debe ser para fortalecer los principios que nos distinguen otras especies.


Los padres/madres han delegado su responsabilidad de formadores en principios a la escuela y colegios, pareciéndose estos centros más a una guardería que una institución de formación.


Ciertamente, cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto.


Los padres han perdido el respeto por su irresponsabilidad. Su único límite ha sido regalos, tablet, permisividad y falta principios y por lo tanto, sus hijos son monstruos que no tienen en su mayoría el mínimo nivel de respeto de su propia existencia.