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El Kernel de la Virtud. Filosofía Aristotélica. Aprendiendo a Vivir con Plenitud

El Kernel de la Virtud. Filosofía Aristotélica.  Aprendiendo a Vivir con Plenitud
Por: Juan Isaías Terrero.

¿A razón de qué el ser humano acciona? ¿Cuál es el fin último de cada decisión que tomamos? ¿Con qué propósito debemos enfocar los desafíos para lograr equilibrio, serenidad, armonía en nuestro interior y una sana convivencia en nuestro entorno colectivo?

Dentro de un pensamiento ontológico, para alcanzar la «Eudaimonía,» que a grande rasgos es, abrazar la plenitud por el camino de la «Aurea Mediocrita.» Dicho de otro modo, nuestros deseos y pasiones, deben estar regidos por un equilibrio óptimo entre dos extremos viciosos. (Ni demasiado bueno, ni demasiado malo).

Ergo, todas las acciones están motivadas por objetivos, los objetivos están diseñados por expectativas, éstas a su vez, conducen a las pasiones y deseos, fruto de necesidades construidas por imposiciones de costumbres sociales, culturales, religiosas, etc.

La consecuencia de vivir bien y obrar bien es ser feliz. La virtud goza de un sentido holístico, no consiste únicamente en una acción puntual, más bien, dichas acciones deben estar presentes sistemáticamente en los quehaceres diarios.

Según el Aristoles, para que un individuo sea virtuoso, debe tener continuidad en el tiempo, o sea, que el hábito, las costumbres y las acciones estén regidas por principios rectores, como el sentido común, razonamiento juicioso y sana conveniencia. 

Por otro lado, se colige, que un individuo es inteligente, sabio o erudito dependiendo del grado de conocimiento que utilice para manejar una situación. Aunque eso no lo hace bueno, forman parte del concepto «Dianoético,» que acerca al individuo virtuoso al intelecto refinado. Por este medio se utiliza la razón para tomar decisiones equilibradas.

Prima facie, la frase acuñada por Socrates. «Solo se que no se nada.» Ésto no lo hace bueno en si mismo, lo que lo hace virtuoso es el fin que buscaba el griego a favor de la Poli. El bien común.

La virtud es una construcción constante de acciones que no dañan el espíritu, que fomenta la justicia con caracter y benevolencia. 

En cambio, el vulgo interpreta la felicidad como una expiral descendente. A saber, el placer hedonista, la gula, la sibia, la banalidad; en su forma desdeñable, la ignominía, la envidia, la desidia, la violencia y el resentimiento. 

En los pensamientos cavernicolas y rudimentarios, las personas de bajo valor instauran en su psique, un bucle de odio y de venganza, cualidades que conforman el fin último de los malvados, cuando dichas acciones se hacen consiste en sus vidas. 

Las personas tendentes a odiar, por lo general, mantienen estos hábitos y endosan dichos sentimientos a más de un individuo, puesto que, el odio es corrosivo y envenena el alma de quien lo practica, reivindicando la frase «eres lo que pienzas repetidamente,» por consiguiente, son muy susceptibles a entornos hostiles, producidos por su visión de un mundo caótico como medio de defensa, son propensos a tratar las diferencias interpersonales con rencores y sustrayendose de responsabilidades a niveles irracionales como justificación de sus vicios y miopía existencial. 

El odio como medio, la venganza como fin para dañar y destruir en nombre de un derecho que presumen legítimo, por lo general, megalomano y desproporcional al supuesto agravio del que fue víctima, su fuente es la culpa, con raíces profundas en el pasado, madre de todos los males. Se esconden en el manto de iresponsabilidades, culpando a terceros de lo que tenía que ser y que no es. Expoleados por el obsurdo como secreción degenerativa.

Somos lo que hacemos repetidamente, excelencia no es un acto, sino un hábito.

En el basto jardín de la vida, debemos cultivar pensamientos y acciones que generen alto valor, la frase anterior demuestra los valores que debemos erigir como estandarte.

Antes de sembrar, debemos interiorizar los objetivos que nos propongamos conseguir previamente, identificar los principios y valores que deseamos pregonar. Es meter cultivar un espíritu Estoico, sobre la base del coraje, la moderación, la justicia y la sabiduría como kernel de la virtud y el buen vivir.

Epicteto, antiguo filósofo griego, estipula en el Enquiridion. Cito. «El bien moral y la virtud, consisten en vivir de acuerdo a la razon, evitando las pasiones que nos son, sino desviaciones del intelecto, asi pues, el placer, el dolor y el temor, pueden dominarse a traves del auto control ejercitado por la razon.» 

El Estoico resalta, que el ideal del sabio es aquel que vive conforme a la razón y está libre de las emociones viciosas, es en ese momento donde habrá alcansado la excelencia o Areté.

Deslindando los limites de la razon, debemos poner claro nuestros principios y valores. Para ésto, se hace necesario conocernos así mismos y emular acciones que estén consonantes con los preceptos instaurados por la virtud.

Lucio Áneo Séneca, escribió en Cartas a Lucilio. «Nadie puede vivir una vida feliz, o incluso soportable sin el estudio de la sabiduría y nadie puede estudiar la sabiduría sin comprenderse así mismo.» 

Otro receptor de una vida plena, es la madre de todas las virtudes, el «agradecimiento,» agradecer es la madre nutricia de la felicidad genuina y persistente, todos tenemos un porque para agradecer.

El desapego a experiencias negativas, alejarse del pasado, acompañado del perdón, son panaceas estoicas, dignos de miramientos. 

Al cúlmen de lo expuesto, transcribo una máxima del libro «El Hombre en Busca de Sentido,» del psicoanalista judío, Viktor Frankl. Cito, «el impulso primordial del ser humano no es el placer, sino la búsqueda de significado.»

¿Donde buscas el significado de tu vida, es en la virtud? Oblígate hacerlo bien.

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