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Descubre cómo el reduccionismo afecta la cuestión de género, abordando tanto el feminismo radical como el conservadurismo religioso. Un análisis profundo y holístico para entender mejor esta compleja problemática.

REDUCCIONISMO ANTE LA CUESTIÓN DE GÉNERO (y 3)

Ser todopoderoso es un atributo exclusivo de Dios, tal como recogen diversas tradiciones filosóficas y teológicas, incluyendo el cristianismo.

Por José Tavárez

En las cápsulas anteriores (84 y 85), nos referimos a los enfoques del feminismo radical y del conservadurismo religioso, visiones notablemente sesgadas frente a la cuestión de género. Evitar estas distorsiones es fundamental para entender los derechos de las mujeres y sus justas reivindicaciones, que no se limitan a la identidad sexual o género ni son banales, como se pretende desde la óptica más conservadora. Como contribución a este debate, cerramos la reflexión sobre el tema de género, apuntando los siguientes detalles:

Hablar de género tiene sentido:

El análisis de la perspectiva de género empieza por afirmar que sexo y género no son la misma cosa: “con el sexo se nace, el género se hace”. Esta conceptualización ha encendido las alarmas en los predios más conservadores que aprovechan el planteamiento para vincularlo al fomento de la homosexualidad, una práctica tan vieja como la humanidad, y que existe incluso entre sectores religiosos. El planteamiento relevante, como lo he conocido en las acciones de prevención de violencia intrafamiliar, procura evidenciar que ser hombre o mujer no se reduce a nacer con pene o vagina, que hay mucho de aprendizaje en la manera de expresar la masculinidad o feminidad, incluyendo el comportamiento violento, tan típico del machismo tradicional.

Luchar por la igualdad entre hombres y mujeres es legítimo y necesario:

La igualdad, para evitar las tradicionales manipulaciones de los detractores del feminismo, no se refiere a lo meramente biológico o fisiológico, porque desde ese punto de vista ningún humano es igual a otro. Nos referimos a la dignidad, a los derechos, oportunidades y aspiraciones. Nada justifica las barreras y limitaciones que se han impuesto históricamente a las mujeres, y que desgraciadamente prevalecen de forma sutil o abierta.

La cultura, principal campo de batalla por los derechos de la mujer:

Aunque el mayor protagonismo se lo llevan las reivindicaciones sobre derechos sexuales y reproductivos, que son muy válidos, el esfuerzo sostenido debe dirigirse en contra de los remanentes de una cultura patriarcal grabada en piedra desde la prehistoria. La división social del trabajo, el acceso al conocimiento y el ejercicio del poder inclinaron la balanza a favor del hombre, invisibilizando a la mujer, relegándola a los asuntos domésticos y marginándola de la toma de decisiones en asuntos públicos. Una rápida mirada a los tratados de historia, filosofía, ciencias económicas y políticas, arte y cultura evidencian esa cruda realidad.

Más que rivales, hombre y mujer deben ser aliados:

En nada favorecería a la humanidad una guerra entre sexos o géneros. Las sociedades donde a la mujer se le margina y maltrata son también las más corruptas, violentas y pobres. Es necesario que se incorpore este enfoque de género en las políticas públicas y en la cultura de los pueblos, si queremos hacer de este mundo un mejor lugar para vivir.

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