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El Efecto Lucifer, Según Maqueavelo

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Por: Juan Isaías Terrero.

La conquista del poder político se aquilata en hordas enmarañadas, entretejidas por acciones dónde la línea entre la moral correcta y el ocultamiento de lo deleznable se tornan engorrosamente nublada.

El individuo que comienza sus andanzas con objetivos moldeados de sanas doctrinas, con deseos de hacer el bien y llegar a la conquista de poder para impartir justicia, eliminar desahucios y construir un entorno más promisorio para sí, sus congéneres y correligionarios.

Con la premisa de mejorar condiciones, se propone participar en el ajedrez político adquiriendo y aplicando los conocimientos necesarios para obtener el poder. Conforme las realidades se van imponiendo el actor se ve compelido a responder a las exigencias pragmáticas del juego político, obligándose abandonar inconscientemente,  su esencia moral,  cultivando el hábito dónde “el fin justifica los medios.”

El sujeto se convierte en objeto del monopolio político, a la vez,  que su moral se vuelve traslúcida, todo es utilidad, hasta que ya no es quien conquista el poder, sino lo contrario, el poder conquista al individuo, por medio del desenfreno en estratagemas, arrastrándolo a un bucle interminable de acciones obstinadas que socavan la integridad de las relaciones personales.

En una notable alienación, el político en cuestión, deja de ser un canalizador de soluciones, quedando atrapado en una red   entretejida por la necesidad infausta de mantenerse en el poder a costa de lo “necesario,” dígase, “lo necesario,” sin miramientos, sin límites, transgrediendo así su propia visión del mundo, sumergido en una transmutación aprobiosa.

Dicha flagelación, corroe la estructura de lo humanamente correcto,  dándose paso a la metamorfosis de la deshumanización a medida que todo lo que ve, piensa y hace gira alrededor del objetivo último que es la conquista y el mantenimiento en el poder.

La paradoja del alienado, es que utiliza el bien común para justificar desafueros megalómanos, pulidos por arrogancia y una obsesión desmedida, sensación insoportable de control absoluto hacia los demás que obnubila el juicio, interpretando los escenarios como blanco y negro, definiendo a las personas, como buenas si están de su lado y malas si no lo están, contraviniendo el equilibrio de justicia que deben mostrar los líderes.

Al consultar a Maqueavelo, hay políticos que emborrachados de conceptos perniciosos, pierden de vista que lo que está en el camino se convierte en el camino, inobservan la premisa de que, el que persigue al monstruo por largo tiempo, termina convirtiéndose en él.

Por consecuencia, cuando las relaciones personales se deterioran, el individuo se torna frío, ansioso y desconfiado, puesto que, la degradación de la confianza en sus colaboradores, amigos y familiares más cercanos, crean auras asimétricas de soledad sepulcral  contribuyendo a su colapso mental.

Sino, pregúntenle a Calígula, emperador de La Antigua Roma, que luego de asesinar a toda su familia y eliminar todos sus amigos y aliados, la paranoia y la desconfianza en contra de todos los que les rodeaban, se apoderó de su mente al punto de de cometer suicidio.

Igual suerte corrió Adolf Hitler, tercer reich de la Alemania Nazi y una larga lista de políticos y líderes narcisistas que han sucumbido en su afán de mantenerse en el poder, sobrevalorando las delgadas líneas de las estrategias maqueavelicas.

No es desdeñable incursionar en política, siempre que se mantengan claro los principios dónde las herramientas se utilicen de formas equilibradas, ejemplos sobrados como Marco Aurelio, perteneciente a los cinco emperadores buenos de La Antigua Roma, igual, Nelson Mandela, que después 27 años en prisión, fue el primer presidente democrático en África,  acabando con el Apartheid, perdonando a sus detractores y enemigos políticos. Así mismo, Mahatma Gandhi pacifista indio de gran calado político, dió cátedra impoluta a generaciones.

Es bueno señalar que los principios descubierto por Maqueavelo plasmados en “El Principe,” no son Tabula Rasa, es cuestión obligada identificar de forma milimétrica hasta dónde se deben aplicar esos conceptos para lograr el poder, atendiendo como punto medio las enseñanzas de Aristóteles, “ni muy poco, ni mucho demasiado,” y lograr la conquista más que del poder político, la grandeza del espíritu, la benevolencia, la justicia y el carácter estoico, para que la impronta construida traspasen las barreras del tiempo y seas recordado como ejemplo a seguir.

Reflexiona sobre esta máxima. Cito.- “Dale poder al hombre y descubrirás quien es realmente.”

Nicolás Maqueavelo, escritor, abogado, político, investigador renacentista de la Edad Media.

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