Cápsula de sabiduría para la felicidad: la filosofía, la ciencia y la vida me han enseñado que (PROFECÍA II: UN MUNDO MENOS DESIGUAL PARA LA PAZ (2)). José Tavárez.

A propósito de la desigualdad como generadora de conflictos entre los humanos, conviene establecer que el pecado original de esta se encuentra en la falta de justicia distributiva. Desde los albores de la humanidad, unos hombres se hicieron más fuertes o habilidosos, esclavizaron a otros y se apropiaron de sus bienes y de su fuerza de trabajo. Esta realidad, con algunas variantes, se ha perpetuado, constituyendo la pauta que hasta hoy rige la relación entre individuos, grupos y naciones.


La dualidad: poderosos-débiles, jefes-subordinados, dueños-desposeídos, etc., se ha mantenido inalterable a través del tiempo. Este esquema se ha servido de una ideología que lo legitima, incluyendo el ocultamiento las causas reales de la desigualdad social, económica y política. Un vistazo a la historia revela que antes de que surgiera el estado moderno, a partir del XVII, primó la cruda ley del más fuerte, dentro de cuyo marco se produjo la colonización de América, África y gran parte de Asia.


Se ha de recordar, a manera de ejemplo, que la “empresa colonizadora” desarrollada por los imperios europeos despojó a los africanos de unos 12 millones de hombres jóvenes, vendidos como esclavos en las nuevas colonias. ¿Dónde fue a parar la riqueza generada con el sudor y la sangre de estos hombres en tres siglos de explotación? No fue al lugar de su procedencia, sino a las élites económicas, europeas y americanas.


La colonización también sustrajo de América millones de onzas de metales preciosos con los cuales se alimentaron los primeros bancos en el viejo continente. El robusto Sistema Financiero Internacional que hoy rige el mundo (FMI, BM, la gran banca privada) hunde sus raíces en ese pasado, no tan remoto, donde la riqueza se obtuvo por la fuerza y el engaño. De esa “acumulación originaria”, como le llamaría Marx, sale el dinero que se presta como “ayuda” a los países pobres, y que actualmente compromete el 57 % del PIB de A.L.


De la esclavitud y la extracción de recursos naturales se ha pasado a la succión directa de capitales, medio por el cual llegan cada año a los países centrales miles de millones de dólares procedentes de los más pobres. Es fácil intuir el resultado de este intercambio desigual: unos cada vez más ricos, los otros… Esto es solo la punta del iceberg, esperemos. (Continuará).



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