
“De indios vivos a cristianos muertos”
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- octubre 12, 2025
- Opinión
- aalmonte, Conquista Española, Higüey, Historia Colonial, Historia de la Isla, Indígenas, La Española, Maguá, Marién, Reinos, Xaragua
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Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: “Cierren los ojos y recen”. Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia. — Eduardo Galeano
El padre Las Casas explica que, a la llegada de los conquistadores, la isla de La Española estaba dividida en cinco reinos, gobernados por cinco poderosos reyes, cada uno asistido por numerosos señores.
El primero de estos reinos era Maguá, tan extenso que se extendía desde el mar Caribe hasta el Atlántico, con una longitud de ochenta leguas y una anchura que variaba entre cinco y diez. Según Las Casas, más de treinta mil ríos y arroyos nacían en aquella región. El reino estaba gobernado por Guarionex, quien contaba con unos dieciséis mil guerreros.
Guarionex, obediente a los españoles, ordenó que cada uno de sus vasallos entregara un cascabel lleno de oro. Sin embargo, como los nativos no eran diestros en este laboreo, el tributo fue reducido a la mitad. Al ver que no podía satisfacer la demanda de oro, Guarionex ofreció sembrar yuca en todo su dominio, desde el mar Caribe hasta La Isabela, con tal de que no se le exigiera oro.
El pago que recibió por su obediencia fue el ultraje de su esposa a manos de un capitán español. Movido por la vergüenza y el deseo de venganza, huyó al territorio de los Ciguayos, gobernado por uno de sus vasallos. Los cristianos lo persiguieron, cometieron grandes matanzas y finalmente lo apresaron. Guarionex fue encadenado y embarcado hacia España, pero murió en un naufragio junto con muchos españoles y una enorme pepita de oro que, según Las Casas, pesaba 3,600 castellanos. Así, se manifestaba —dice él la venganza divina por tan grave injusticia.
El segundo reino era Marién, que Las Casas describe como más grande que Portugal. Su señor, Guacanagaríx, fue quien acogió a Cristóbal Colón y permitió fundar el fuerte de La Navidad. El recibimiento de Guacanagaríx fue tan amable y generoso que, según el propio Almirante, ni sus padres lo habrían recibido mejor. Sin embargo, su destino fue trágico: murió huyendo por los montes, y los demás señores perecieron bajo la servidumbre y la tiranía de los cristianos.
El tercer reino era Maguana, gobernado por el indómito Caonabo, de quien Las Casas dice: “En esfuerzo, estado y gravedad excedió a todos los otros.” Caonabo fue apresado mediante engaño por Alonso de Ojeda y enviado a Castilla, pero murió en el puerto cuando una tormenta hundió las seis naves que lo transportaban. Sus hermanos, al conocer su muerte, se sublevaron, lo que provocó que los españoles arrasaran la mitad de su reino.
El cuarto reino, Xaragua, era considerado el centro político y cultural de la isla. Su rey, Bohechío, fue sucedido por su hermana Anacaona, tras su muerte. Anacaona fue una mujer de gran nobleza y cultura. Sin embargo, el gobernador Nicolás de Ovando, con sesenta jinetes y trescientos soldados, destruyó su reino. Fingiendo amistad, hizo reunir a unos trescientos señores de Xaragua en una casa de paja y les prendió fuego. Las Casas describe con horror cómo algunos españoles, “por piedad o por codicia”, tomaban niños para salvarlos, pero otros los atravesaban con lanzas o les cortaban las piernas con la espada.
Anacaona fue ahorcada “por su dignidad de reina”
El quinto reino era Higüey, gobernado por la anciana Higuanamá, quien corrió la misma suerte: fue ahorcada, y una infinidad de su pueblo fue quemada viva. Los sobrevivientes fueron reducidos a la esclavitud, tanto en su territorio como en los demás reinos.
Los indígenas esclavizados fueron destinados a las labores agrícolas o a las minas, donde apenas recibían hierbas o alimentos sin sustancia. Las Casas narra que a las mujeres les quitaban los hijos para que no los amamantaran, y las criaturas morían. La población indígena desapareció casi por completo en apenas veinte años desde la llegada de los españoles
Como puede apreciarse, la descripción de Las Casas se enmarca dentro de la llamada “leyenda negra”, pues denuncia crudamente las atrocidades cometidas por los conquistadores. Su retrato de los cinco reinos llenos de paz, fertilidad y armonía nos recuerda las descripciones idílicas de los Campos Elíseos, o, en la literatura dominicana, las evocaciones del primer capítulo de Enriquillo de Manuel de Jesús Galván.
Pero toda aquella dicha fue destruida por la codicia del hombre blanco y su sed de oro. Bien lo expresó Pablo Neruda: “Los indios vivos se convirtieron en cristianos muertos.”
Así, la isla quedó asolada. Veinte años después del desembarco europeo, apenas quedaba un pequeño reducto de la raza taína, encabezado por Enriquillo en su asentamiento de Boyá.
La suerte de los naturales de Quisqueya, Bohío o Babeque también llamada Haití o La Española no fue distinta de la de los pueblos originarios de Cuba, Jamaica y Puerto Rico, igualmente devastados por la ambición y la violencia colonial.
Bibliografía.
Fray Bartolomé de Las Casas. (1974). Brevísima relación de la destrucción de las Indias. Barcelona, España: Fontamara Barcelona.
Fray Bartolomé de Las Casas. (1987). Historia de las Indias. Santo Domingo: Sociedad Dominicana de Bibliófilos INC.
Pablo Neruda. (1966). Versainograma a Santo Domingo desde Isla Negra. Santiago de Chile: Nacimiento.
Nota: Imagen generada por inteligencia artificial (IA) con fines ilustrativos.
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