Este trabajo debiera tener como epígrafe lo que se lee en la Biblia, en el primer libro de Samuel 17:1-12, y que condenso a continuación: “Y se paró (este es Goliat), y dio voces a los escuadrones de Israel, diciéndoles: ¿Para qué os habéis puesto en orden de batalla? ¿No soy yo el filisteo, y vosotros los siervos de Saúl? Escoged de entre vosotros un hombre que venga contra mí. Si él pudiere pelear conmigo, y me venciere, nosotros seremos vuestros siervos; y si yo pudiere más que él, y lo venciere, vosotros seréis nuestros siervos y nos serviréis.”
Este enfrentamiento entre del joven cuidador de ovejas y cabras llamado David y el gigante guerrero Goliat de Gat, es lo que se conoce con el nombre de un combate singular, el primero que conoce la historia, y que ocurre antes de que la coalición de ejércitos aqueos se enfrentase contra la ciudad de Troya, y sus aliados.
Combate 1. Un hecho similar ocurrió en nuestra historia, en la batalla de Santomé el 22 de diciembre 1855. El Ejército dominicano bajo el mando de José María Cabral. El ejército dominicano, de unos tres mil quinientos soldados, se vio frente al llamado ejército haitiano del sur, comandado por el general Antoine Pierre, ennoblecido por el emperador Soulouque con el título de “conde tiburón”.
Al caer la tarde de ese día, anota José Gabriel García en su Compendio de Historia: “Muchos son los episodios notables que cuenta la tradición en honor de los héroes de Santomé; pero solo referiremos algunos para no cansar al lector. Resuelto el general Cabral a no sobrevivir a una derrota, de cuya responsabilidad creía que no podían ponerlo a cubierto sus buenos antecedentes como militar, dada la situación peligrosa en que se encontraba como político, al ver casi perdida la batalla manifestó al coronel Eusebio Puello en medio del fuego las disposiciones testamentarias que deseaba se cumplieran después de su muerte; pero éste, comprendiendo que su intención era hacerse matar, le comunicó con palabras de aliento una esperanza de triunfo que acaso no abrigaba en tan supremos momentos, y esas palabras le hicieron recuperar al instante su serenidad habitual en la pelea, a punto de que sometiendo a pruebas rigurosas su valor, llegó hasta a comprometerse en un combate singular con el general Antoine Pierre, a quien logró vencer quitándole la vida, con lo cual vino a ser el héroe principal de la jornada”.
Como David en el valle de Soco, Cabral le cercenó la cabeza a su enemigo.
Combate 2. Este segundo combate se traba entre Florencio Hernández, de quien podemos decir “primero cacharro y después mambí”, ya que fue coronel de las Reservas al servicio de la Corana, y luego oficial restaurador. Rafael Chaljub Mejía, nos dice en su Diccionario de los Restauradores los siguiente:
“El 23 de enero de 1864 fue un mal día para los dominicanos. En esa fecha se libró el desigual combate de la sabana de San Pedro. En el fragor de la pelea, Florencio Hernández resistía las embestidas del enemigo que intentaba apoderarse de un cañón que había sido puesto bajo su responsabilidad. Cuando más comprometida estaba la situación de los patriotas, Hernández, que ya peleaba casi cuerpo a cuerpo con los soldados enemigos, recibió la orden de retirarse. En esas circunstancias el españolizado general Antonio Abad Alfau, su enemigo personal, lo retó a batirse a duelo y, al considerarse desafiado en su dignidad, Florencio Hernández prefirió morir como espartano antes que dejar dudas de su probada calidad de hombre valiente.”
El Capitán General de la Colonia, don José de la Gándara, expresa palabras de elogios en su detestable obra: Anexión y guerra de Santo Domingo, para el general dominicano al servicio de España.
Combate 3. Juan contreras y Olegario Tenares.
De Juan Contreras nos dice Rufino Martínez antes de entrar a hablar de Eugenio Deschamps: “Al aguerrido y pundonoroso General Juan contreras, se le arrasaban los ojos cada vez que a sus manos llegaba una carta de Luperón, instándolo a engrosar las filas delos patriotas. Su palabra a Peláez era inviolable. El mismo Luperón, pasada la cruzada restauradora, recordaba, con encendidos elogios, la bravura de Contreras en defensa del régimen español, para sacar ileso su honor de caballero. Al sonar los primeros tiros en su campamento o en la marcha, acudía a la línea de fuego a ocupar las avanzadas, ansioso de morir presto, para deshacer la torturante desesperación de su alma. Y cuando en retirada forzosa, embargado por el cansancio, se vio provocado tenazmente por el burdo patriota Olegario Tenares, se detuvo, arrogante, a recibir la muerte, como el mayor bien ansiado en su vida.”
Del Diccionario de Chaljub Mejia copio a continuación: “…se cuentan entre sus más grandiosas hazañas (de Tenares) el combate que dirigió en Maluco, el 12 de febrero de 1864, contra el ataque lanzado en aquel estratégico paso por el general anexionista Juan Contreras. Los del bando antinacional fueron diezmados y forzados a la retirada y cuentan las tradiciones que, en medio de la huida, y entre el humo que nublaba el escenario del combate, Tenares divisó a Contreras, su enemigo personal, cuando huía junto a sus tropas. En voz alta lo llamó a batirse a duelo y Contreras volvió sobre sus huellas, bajó desafiante de la mula en que cabalgaba y, como en los tiempos del Quijote, tuvo efecto un combate personal, en que Olegario Tenares le dio muerte a su enemigo. El cadáver de Contreras fue enterrado debidamente, y ante la tumba del vencido, con la tropa en formación, Tenares fue ascendido a general de la República.”
Así está escrita nuestra Historia, escrita de forma singular, con honor, coraje y bravura.
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