
Enajenación: La Desconexión del Yo y del Sistema
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- agosto 21, 2025
- Opinión
- alienación, capitalismo, enajenación, Karl Marx, Latinoamérica, sociología crítica
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Autor: Sergio Terrero Bello.
En términos generales, estar enajenado significa experimentar un profundo distanciamiento o una separación de aspectos esenciales de uno mismo, de los demás o de la realidad que nos rodea. Desde la psicología, no se trata de un diagnóstico en sí mismo, sino de un estado o síntoma que puede manifestarse en diversos trastornos, como la depresión o la ansiedad, a través de sensaciones de despersonalización, desrealización y aislamiento.
Paralelamente, existe el concepto jurídico de “enajenación mental”, utilizado para describir un estado de trastorno mental que priva a una persona de su capacidad para entender y querer, lo que tiene implicaciones en su responsabilidad legal.
Sin embargo, para comprender la enajenación como un fenómeno social masivo, debemos ir más allá de la mirada individual. Aquí es donde la perspectiva del Karl Marx se vuelve fundamental. Para Marx, la enajenación (o alienación, del alemán Entfremdung) no es primariamente un estado psicológico, sino una condición social estructural impuesta por el sistema económico capitalista.
Marx argumentaba que el ser humano se define por su capacidad de trabajo creativo y transformador (Gattungswesen, o “ser genérico”). Bajo el capitalismo, esta esencia se pervierte: el trabajador queda enajenado del fruto de su trabajo, de la actividad laboral misma, de su potencial creativo y de sus semejantes, convirtiéndose en un engranaje más de la maquinaria productiva.
De la teoría a la realidad latinoamericana
Este marco teórico nos puede ayuda a explicar el fenómeno social que observamos hoy: una enajenación o alienación social donde las masas parecen comportarse como meras máquinas de producción y consumo. En la versión más cruda del sistema neoliberal, el ser humano se reduce a una pieza más de la maquinaria de producción, dentro de una gran maquinaria global cuyo único propósito es engrosar las ganancias del gran capital.
Esto nos lleva a una paradoja desconcertante: ¿Por qué los más afectados por este sistema –obreros, desempleados, campesinos sin tierra, mujeres y todos los grupos vulnerables que conforman la mayoría de la población en Latinoamérica– a menudo defienden a los mismos actores y estructuras responsables de su opresión y deshumanización?
Esta reflexión, me surgió, tras leer un análisis sobre las dificultades de la izquierda en la República Dominicana para gobernar, y apunta a un problema medular.
Las razones son, sin duda, complejas y tienen implicaciones antropológicas, psicológicas, sociológicas, políticas y económicas.
La pregunta crucial entonces es: ¿Por qué los intelectuales de las ciencias sociales y las fuerzas progresistas no han logrado articular, desde la academia y en conexión con el pueblo, un proyecto de transformación que resuene con todos los sectores populares?
El desafío consiste en desarrollar un proyecto pedagógico y político capaz de ayudar a las masas a superar la enajenación producida por el sistema. El objetivo final debe ser que las mayorías se reconozcan como dueñas de su propio futuro, donde el trabajo recupere su carácter de autoafirmación e identidad, y se construya una sociedad verdaderamente democrática – tanto política como económicamente – e inclusiva. Una sociedad donde todos los sectores puedan ser arquitectos y autores de su propio destino, dejando de ser espectadores pasivos de una obra que otros escriben por ellos.
Nota: Imagen generada por inteligencia artificial (IA) con fines ilustrativos.
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