La última semana ha sido infernal en varios países de América del Sur. En Brasil, por caso, una ola de calor brutal, que registró picos de casi 60ºC, se cobró la vida de una joven de 23 años que colapsó y murió en medio de uno de los recitales que Taylor Swift dio en Río de Janeiro. Ese día, el 17 de noviembre, la temperatura media global pasó el umbral de los 2ºC de aumento respecto de los valores normales.


Es inhumano. Los cuerpos no pueden resistir estos registros térmicos. Ahora, se conoció un nuevo reporte que suma pesimismo a las acciones que los gobiernos hacen para frenar el calentamiento global que ya es una realidad manifiesta. A una semana de que comience la cumbre de cambio climático en Dubai, en Emiratos Árabes Unidos (COP28), el informe sostiene que las políticas actuales de reducción de las emisiones de carbono son tan insuficientes que este siglo se alcanzarán los 3 ºC de calentamiento.


Los récords se superan casi a diario, el Secretario General de la Naciones Unidas, Antonio Guterres, ya se refiere a la época que vivimos como “ebullición global”, los eventos extremos como lluvias devastadoras afectan a ciudades desérticas; incluso Dubai estuvo bajo el agua por un par de días.


El informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) hizo el análisis basado en las acciones que los gobiernos se han comprometido a realizar según lo establecido en el Acuerdo de París, firmado en 2015 por 197 países, en el que se acordó intentar frenar el aumento promedio global de la temperatura en 1,5ºC.


Pero lo que se firmó con la mano parece borrarse con el codo: el análisis afirma que la aplicación de las políticas futuras ya prometidas por los países reduciría en 0,1 ºC el límite de los 3 ºC. Y, si los países en desarrollo se comprometieran a reducir sus emisiones a condición de recibir ayuda financiera y técnica, el aumento de la temperatura bajaría a 2,5 ºC, lo que seguiría siendo un escenario catastrófico.


Según el informe, para alcanzar el objetivo acordado internacionalmente de 1,5 ºC, deben reducirse 22.000 millones de toneladas de CO2 del total actualmente previsto para 2030. Esto supone el 42% de las emisiones mundiales y equivale a la producción de los cinco países más contaminantes del mundo: China, Estados Unidos, India, Rusia y Japón.


Inger Andersen, directora ejecutiva del Pnuma, declaró: “No queda persona ni economía en el planeta que no se vea afectada por el cambio climático, así que tenemos que dejar de batir récords de emisiones no deseados”.


El trabajo destaca que hasta inicios de septiembre hubo 86 días en 2023 en los que se ha alcanzado temperaturas de más de 1,5ºC por encima de los niveles preindustriales y que septiembre (ya sabemos ahora que octubre lo superó) fue el mes más cálido nunca antes registrado, con una temperatura media mundial de 1,8ºC por encima de los niveles preindustriales.


Asimismo, el PNUMA refleja que las emisiones de GEI aumentaron un 1,2 por ciento entre 2021 y 2022 hasta las 57,4 gigatoneladas de CO2 y que la tendencia conlleva a caminos de mayor desigualdad social. A consecuencia de estas “preocupantes” tendencias y de los esfuerzos “insuficientes” en mitigación.


“Las tendencias actuales están llevando a nuestro planeta a un callejón sin salida de 3 ºC de aumento de la temperatura. Es un fracaso de liderazgo, una traición a los vulnerables y una enorme oportunidad perdida. Las energías renovables nunca han sido tan baratas ni tan accesibles. Sabemos que todavía es posible hacer realidad el límite de 1,5ºC. Para ello hay que arrancar la raíz envenenada de la crisis climática: los combustibles fósiles”, sentenció Guterres tras la difusión del reporte.


Y añadió: “Los líderes deben mejorar drásticamente su juego, ahora, con una ambición récord, una acción récord y una reducción récord de las emisiones. Se acabó el greenwashing. No más dilaciones”.


Guterres afirmó que los países deben comprometerse en la COP28 a triplicar la capacidad de energías renovables para 2030 y a eliminar progresivamente los combustibles fósiles con un calendario claro. Dijo que el reciente acuerdo sobre el clima entre China y Estados Unidos era un paso positivo, pero que aún quedaba mucho por hacer para restablecer la confianza entre los países desarrollados y los países en desarrollo, tras las promesas incumplidas sobre la entrega de miles de millones de dólares de ayuda para el clima.


La cumbre, que tendrá una asistencia de unas 70.000 personas, comienza el 30 de este mes, pero los líderes pronunciarán sus discursos y compromisos el 1 y el 2 de diciembre. La gran expectativa la genera este año el Papa Francisco quien asistirá y se espera que diserte el segundo día. Se trata del primer pontífice que asiste a una reunión de este tipo. Francisco, de 86 años, ha defendido la protección del medio ambiente en numerosas ocasiones durante su pontificado y en su último documento, la exhortación titulada “Laudate Deum” (Alabado sea Dios), una continuación de la encíclica de 2015 sobre el medio ambiente “Laudato Si” (Alabado sea), se habla de los fracasos de estas conferencias durante los años.


“Los acuerdos han tenido un bajo nivel de implementación porque no se han establecido mecanismos adecuados de control y verificación periódica y sancionar el incumplimiento. Los principios establecidos siguen requiriendo formas efectivas y ágiles de implementación práctica”, escribe el papa en “Laudate Deum”. Aunque aún no se conocen todos los detalles de los líderes que participarán de la inauguración de esta reunión internacional, ya se sabe que el presidente de los Estados Unidos, John Biden y su par chino, Xi Xinping, no serán de la partida.


Por América latina estarán presentes el presidente de Brasil, Lula Da Silva, flamante titular del G20; Gustavo Petro, presidente de Colombia y Grabiel Boric, presidente de Chile. No está previsto que haya un delegado de Argentina durante estos días de alto nivel.


Durante esta cumbre, por primera vez, los países de América latina y el Caribe llevan una agenda conjunta. En general, durante estas negociaciones los países mantenían posturas en bloques separados.


“Estamos firmemente comprometidas y comprometidos a acelerar la acción contra el cambio climático, en línea con los objetivos, compromisos y principios de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) y su Acuerdo de París, así como a fortalecer la cooperación con miras a la adopción de un paquete ambicioso de decisiones para la COP 28″. Con estas palabras, contenidas en la Declaración de San José, los 33 ministros y ministras de ambiente de América Latina y el Caribe luego de un encuentro que se celebró en Panamá a mediados de octubre.


“Hasta ahora habíamos sido incapaces de negociar en bloque, a diferencia de otros continentes, como el africano”, comentó la ministra colombiana de ambiente, María Susana Muhamad, a la agencia AFP.


Uno de los temas destacados en la declaración ministerial se relaciona a “la transformación de los sistemas financieros y su gobernanza, con el objetivo de garantizar la coherencia de todos los flujos financieros públicos y privados con un desarrollo sostenible con bajas emisiones de gases de efecto invernadero y resiliente al clima, en línea con el Acuerdo de París, y con los esfuerzos por erradicar la pobreza, de modo que refleje la equidad y el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas”.


El financiamiento es un tema clave porque el Acuerdo de París estableció un fondo anual de 100.000 millones de dólares para que reciban los países menos desarrollados; sin embargo desde 2015 apenas se han movilizado unos US$75.000 millones. Esto incluye tanto recursos financieros como desarrollo de capacidades y transferencia de tecnologías, cooperación técnica y científica, así como intercambio de mejores prácticas y técnicas.


Los ministros y ministras también pidieron que el Fondo de Pérdidas y Daños, un financiamiento especial acordado en la COP27 en Egipto “no establezca diferenciación entre las naciones en desarrollo en el contexto del cambio climático, en especial, para el acceso a financiamiento”.


La explicación de este párrafo radica en la preocupación por el concepto de “vulnerabilidad” adoptado por Naciones Unidas. “El índice deja por fuera brechas estructurales para países en desarrollo, indicadores de inequidad, pobreza y capacidad institucional. Lo anterior podría tener lecturas erradas de la vulnerabilidad presente y futura, lo que dificulta el acceso a recursos de financiamiento y tecnológicos a muchos de los países de la región que presentan valores poco alarmantes de vulnerabilidad”, indicaron los ministros.


Esto, en lenguaje más simple, significa que no sólo debe considerarse vulnerable a los países de renta baja, por ejemplo los africanos, sino también a los de renta media, como muchos de América latina, ya que las consecuencias y los daños del cambio climático los afectan igualmente y tampoco pueden hacer frente a las políticas de adaptación para este nuevo escenario.

-AFP